
Cada vez que releo esta revista no solo viene a mi mente ese Boca campeón de 1992, también está Daniel, mi viejo, el protagonista principal de esta historia. "El Gráfico" de ese momento significó muchas cosas, que con el correr del tiempo se fueron acrecentando. Recuerdos, anécdotas, risas y llantos.
Esa noche, cuando el equipo de Oscar Tabárez se consagró después de 11 años, estaba en el comedor de mi casa con mis viejos y mi hermana. Éramos una bola de nervios frente a un televisor, lo único que se movía era un repasador con un nudo de por medio, vieja cábala, que pasaba de mano en mano.
Finalmente, terminó el suplicio... perdón, quise decir el partido. Boca daba la vuelta y yo, con seis años, era testigo de eso. Sin pensarlo mi viejo me puso la camiseta y el gorrito "Bostero" y me llevó a festejar a la calle. En medio del festejo pasó lo malo, lo que me aterró, pero que hoy recuerdo con una sonrisa, un amigo de lo ajeno me sacó el gorrito de la cabeza y salió corriendo. Al ver esto, papá o "El Gordo", como le decían sus amigos, lo persiguió media cuadra y el muchachito, viendo que una mole se le venía encima, tiro mi gorro y siguió camino, creo que le hubiera ganado a Usain Bolt. Al volver, todavía agitado, me dijo: "Tomá, pero agarralo fuerte" y me acarició la cabeza. La experiencia no fue nada grata, pero con el tiempo tomó un sabor distinto para mí.
Por este motivo, esta edición es muy importante. Porque fue mi primer campeonato, porque cada vez que la leo mi viejo está conmigo, como esa noche. Pero por sobre todas las cosas, porque él me la regaló y pese a que hoy ya no está para que se lo diga, me dejó, sin dudas, esas cosas que no se olvidan, uno de esos recuerdos imborrables.
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