Con un padre amante de la Fórmula 1 y que desconocía el significado de una pelota, mi contacto con el mundo futbolístico era casi nulo. Pero si mi tío no me hubiese llevado una tarde de primavera del `96 a la cancha para ver al Grana del Caño Ibagaza, Hugo Morales y compañía, hoy no tendría esta gran pasión por el fútbol y probablemente tampoco sería estudiante de periodismo deportivo.
Ese mismo año Lanús se consagró campeón de la Copa Conmebol y ni mi tío ni yo faltamos a un solo partido de ese torneo.
Luego de esa noche de consagración en el campín de Bogotá el barrio parecía otro. La euforia y sonrisas en los rostros de la gente aún los tengo grabadas en la memoria. Todo estaba teñido de granate y blanco.
A partir de ese hecho me convertí en otro fanático del fútbol, en especial de Lanús y al ser este un club denominado “chico” la información sobre él rozaba lo inexistencia.
El último día de ese año mi vecino Alejo que era tan fanático como yo vino a mi casa. Yo pensé que a jugar a la pelota simulando ser alguna de las glorias del club. Pero en vez de eso me mostró la tapa de una revista. En ella estaba Ibagaza levantando la copa, era la tapa de “El Gráfico”.
Como buen hincha de 9 años,casi sin avisar en mi casa, junte todos mis ahorros que había logrado por hacer los mandados y corrí como un desesperado a comprarla.
De esa anécdota ya han pasado varios años, pero aún tengo esa revista guardada en mi pieza como si fuese un tesoro invaluable.
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