
Los medios que requieren menor ejercicio mental, como televisión y radio, monopolizan la atención con mayor facilidad y relegan la lectura a un espacio más reducido.
Así fue como en los primeros días del 2005, en la costa, desproveido de tecnología, encontré una revista. En esas tardes sin televisión solía ojear el diario, principalmente "la deportiva". Pero había encontrado algo nuevo. Un primo que pasó de visita había comprado "El Gráfico" para el omnibus, y lo dejó en casa. Ya sabía que era, ya lo había leído, aunque no.
Uno por uno leí todos los artículos. Sin pensar demasiado puedo recordar una nota sobre la vida de Jose Mourinho, todavía no muy conocido, y 100 preguntas a Mariano "El Loco" Dallla Líbera. Más allá de los datos triviales que inundan los medios, también se pueden encontrar historias de vida, y material interesante para la lectura; en personajes, grupos o situaciones menores.
Son muy pocos los ejemplares que consumí y menos los que guardé. Pero cada vez que la vida me puso la revista en el camino, me detuve a leer. Sigo conservando aquel ejemplar que ni siquiera compré, pero su materialidad no fue con lo único que me quedé. Desde entonces mi interés por la lectura e información creció, de modo qué unos años después me encontaría estudiando comunicación y periodismo.
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