
Cuando la FIFA eligió a Chile para ser sede de la séptima edición de la Copa del Mundo sabía que era un gran desafío. El país trasandino no contaba con estadios de primer nivel y las comunicaciones no eran de lo mejor, lo cual no garantizaba que el Mundial vaya a ser un éxito.
Otro de los grandes problemas fue el de conseguir traductores para las diferentes selecciones que participarían del torneo. Segundo Sánchez, un joven de la ciudad de Temuco, se presentó humildemente diciendo que dominaba nada más y nada menos que 18 idiomas. Las autoridades dudaron de él y decidieron realizarle una evaluación, en la cual descubrieron que en realidad sabía más de 20 lenguas y algunos dialectos. Dijo haber aprendido todos por su cuenta con diccionarios y libros. Obviamente lo contrataron y luego de finalizado el Mundial continuó trabajando en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile.
Pero no todas las historias fueron como la de Segundo Sánchez. En mayo de 1960 las ciudades de Talca y Concepción sufrieron un grave terremoto en el que murieron alrededor de 5.700 personas. Para estos momentos se dudo más que nunca si Chile realmente podía ser sede de la Copa del Mundo.

Carlos Dittborn Pinto, principal impulsor y Presidente del Comité Organizador, inmortalizó una frase que quedó en la memoria del pueblo chileno: “Porque nada tenemos, todo lo haremos”. Lamentablemente, Dittborn Pinto no pudo disfrutar del torneo, ya que 32 días antes de comenzado el Mundial falleció a los 38 años a causa de un paro cardíaco.
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